23 de septiembre de 2020
Hacia siglos que no subía al Gurugú, pequeño cerro situado frente al puente romano de Rudera. En nuestros años infantiles era uno de los lugares donde acudíamos habitualmente, sobre todo cuando jugábamos a los indios. Subíamos el empinado cerro por una calleja que había en la Casa Blanca y una vez llegados al llano nos perdíamos entre las pocas teñadas y eras que por allí había. Después de un buen rato bajábamos por la zona de la Charera o por el Pecho Rudera. Alguna vez los más osados se atrevían a bajar a la cueva que se ve desde la calle Jarama por una estrecha senda, hoy desaparecida.
Como ya no se puede subir por la Casa Blanca, dimos un rodeo por el camino más fácil, por detrás de la antigua yesera y de la cueva del Portugués. Una vez arriba pudimos disfrutar de las magníficas vistas del valle del Tirón y del caserío del pueblo. Los que trillaban en estas eran no tendrían muchos problemas al beldar la paja, ya que siempre tiraba buen aire. Beldar, hace muchos años que no se hace, pero el aire sigue soplando igual que antaño.
En vez de bajar por el mismo sitio, que es lo más recomendable, bordeamos toda la cuesta por una pieza recién pasada el destripador que entorpecía el paso. Pero bueno, las distancias no son son grandes y en un ratito aparecimos hacia la mitad del Pecho Rudera y vuelta al pueblo.
Un paseo por una zona del pueblo poco habitual que merece la pena hacerla de vez en cuando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario