Parece que el aniversario de la huelga de la mina lo están recogiendo varios periódicos.
A la noticia de días anteriores recogemos ésta que nos ofrece hoy Diario de Burgos.
20/11/2011
Domingo García y Alberto Miguel Busto posan junto a la antigua entrada a la mina de Crimidesa, en Cerezo de Río Tirón.
ÁNGEL AYALA
R. TRAVESÍ / BURGOS
Fueron los ‘Héroes del sulfato’ y protagonizaron el ‘Fuenteovejuna del siglo XX’, la ‘Marcha de la Solidaridad’ o la ‘Marcha de Santa Bárbara’. Pusieron hace 31 años en el mapa un pequeño pueblo de la provincia de Burgos, Cerezo de Río Tirón, por defender sus derechos y luchar por unas condiciones laborales justas. Y lo hicieron hasta las últimas consecuencias y con una fe numantina, con una huelga que duró 300 días (del 12 de abril de 1980 al 26 de enero de 1981) y una marcha a pie de 90 trabajadores hasta Madrid.
Domingo García Riaño y Alberto Miguel Busto fueron dos de esos mineros de Crimidesa (Criadores Minerales y Derivados SA) que creyeron en una huelga indefinida y en un convenio colectivo acorde a los tiempos. Las principales reivindicaciones eran un incremento del sueldo pero también una mejora de las condiciones, como por ejemplo contar con unos vestuarios y agua corriente, medidas de seguridad o el reconocimiento de los derechos sindicales. En definitiva, se buscaba la modernización de una empresa que el año anterior había logrado una facturación de 800 millones de pesetas.
Ahora, ya jubilados desde hace unos años, no se arrepienten de nada, están orgullosos del momento que vivieron y solo lamentan los despidos de cinco compañeros, que fueron los cabezas visibles del conflicto y que no fueron readmitidos por la empresa. Una empresa de sulfato sódico que era la vida del pueblo y hoy lo sigue siendo, gracias a la extracción de sulfato sódico que se utiliza para detergente de lavadoras.
Uno era secretario local de CCOO y el otro era miembro del comité de empresa pero antes que nada eran mineros. Aseguran que vivieron una experiencia única y que, al principio, tampoco fueron conscientes de la huelga y la repercusión que tuvo. «Nos cegamos y nunca pensamos que estaríamos más de nueve meses de huelga. Éramos nuevos en este tipo de conflictos», apunta Domingo. Lo reitera Alberto quien recuerda las palabras del entonces secretario provincial de Comisiones Obreras, Francisco Ubierna, que era partidario de paros parciales. «Siempre dijo que una huelga con carácter indefinido dejaba mal sabor de boca. Pero no le hicimos caso y apostamos por una huelga indefinida», precisa. acuerdo marco. Ubierna jugó un papel clave en todo el conflicto. No solo porque CCOO era la única central sindical con representación en Crimidesa sino porque fue él quien llevó la negociación con los propietarios de la empresa, las familias Contreras y Plantalamos. Se encargó de alcanzar el acuerdo verbal con los propietarios de la mina sobre el convenio colectivo para 4 años. Un pacto que unos días después fue rechazado, cuando llegaron a Cerezo los analistas laborales de la patronal CEOE de Madrid. A juicio del ex líder sindical, la presencia de gente como el asesor Pedro Arriola dio al traste con lo pactado porque consideraba que el convenio de Crimidesa torpedeaba el acuerdo-marco interconfederal con peores condiciones, que firmaron la CEOE y la UGT.
Y es que hubo quien relacionó toda la huelga con las luchas sindicales a nivel nacional del momento. «Al final, todo se politizó y nos sentimos utilizados por unos y otros, Fue un pulso entre los sindicatos y la patronal», precisa Domingo. Pese a ello, Ubierna defiende la independencia que tenía Comisiones Obreras en Burgos frente a interferencias de cualquier partido político. A su juicio, la huelga había que enmarcarla en el periodo de Transición. «Los empresarios querían frenar cualquier atisbo de huelga para evitar una posición de fuerza de los trabajadores», explica. Una vez pasado la vorágine de la huelga, Ubierna abandonó el sindicato y su militancia en el Partido Comunista. Había sido otra víctima.
El paro indefinido se envenenó con los primeros 15 despidos por negarse a formar parte de los equipos de mantenimiento, pero luego llegaron más. Al principio de la huelga, la empresa continuó con la extracción de sulfato gracias a un retén. Algo que tiempo después declaró ilegal el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional con sentencias que marcaron un hito porque reconocía que la producción durante el paro de una fábrica iba en contra del derecho a la huelga.
Otro momento ‘caliente’ fue cuando los responsables de Crimidesa trataron de sacar los sulfatos de la mina extraídos durante la huelga con camiones. Una situación que enfureció a los trabajadores y a todo el pueblo. Hubo toque de campanas y los vecinos -mayores, mujeres y niños- se plantaron en medio para evitar el paso de los vehículos pesados. Al final, la presión de más de 200 agentes de la Guardia Civil permitió la salida de alguno.
El 28 de octubre de 1980 se produjo la retención de 6 directivos y técnicos de la empresa por un grupo de trabajadores. Los ánimos estaban exaltados y los mineros trataron de presionar para la firma del convenio. Tras varias horas de conversación y la mediación del gobernador civil, el comisario de la Policía y miembros de CCOO, se acordó la liberación a las 2 de la madrugada.
Fue el origen de la ‘Columna del sulfato’ a Madrid, tras 7 meses de paro, pero entre medias, hubo momentos de gran tensión en Cerezo como en enero de 1981 cuando Alberto Miguel -uno de nuestros protagonistas- recibió dos tiros en el fémur de la Guardia Civil. Perdió el conocimiento durante su traslado al hospital de Burgos y estuvo más de un año de baja. Este incidente fue el detonante para que el Gobierno central presionara a la empresa para reconducir la negociación y dar por finalizado el paro. Unos días después, todos los vecinos protestaron por la acción encerrándose en sus casas y con un paro total. El 26 de enero, se acordó la apertura de la fábrica, aunque no en las condiciones que solicitaba la plantilla, con un aumento salarial del 12%, un ERE y el despido de 5 trabajadores.
Juicio en la audiencia. Toda la pesadilla acabó en 1983 con la celebración del juicio en la Audiencia Provincial contra 9 mineros y un sindicalista de CCOO, acusados del secuestro de los directivos de Crimidesa. Las penas del fiscal eran de 5 años de prisión menor y una multa. Al final, las declaraciones del anterior gobernador civil, Antolín de Santiago, fueron claves para rebajar la pena y evitar la cárcel.
Domingo García y Alberto Miguel, pese a tener más de 60 años y que los hechos ocurrieron hace tres décadas, hacen gala de buena memoria. Recuerdan como si fuera hoy la votación del 12 de abril de 1980 en asamblea, ante tres directivos de la empresa, donde 97 trabajadores votaron a favor de la huelga y otros 13 mostraron su oposición. Todo a mano alzada, como se hacía entonces. «Fuimos a la huelga por una cantidad ridícula puesto que la subida salarial pasaba del 18 al 12% y por el deseo del comité de una actualización de la antigüedad, hasta entonces congelada», precisan.
21 años después, Domingo aún se emociona al recordar el recibimiento que les brindó el pueblo de San Sebastián de los Reyes, donde los mineros fueron repartidas por las casas de los vecinos. Fue dos días antes de llegar a Madrid el 18 de noviembre de 1980 cuando líderes sindicales de la talla de Marcelino Camacho y políticos de izquierda como Ramón Tamames y Alonso Puerta dieron la bienvenida a la marcha de los mineros en la Plaza de Castilla, junto a otras 100.000 personas. Eran el símbolo de la lucha de la Democracia y Crimidesa se convirtió en la huelga más larga del periodo posfranquista y, por ende, en un capítulo esencial en la historia del movimiento obrero. De ahí, los honores y el interés mediático que despertaron, no solo en medios nacionales sino en algunos internacionales.
La foto de la marcha, tomada en la sierra madrileña, dio la vuelta al mundo. Una hilera de 90 trabajadores, encabezada por Félix Riaño ‘El Tarea’. Fue el elegido por ser el más corpulento y su gesto serio denotaba la firmeza de la reivindicación. Iban en serio.
La columna a pie de los más de 300 kilómetros entre Cerezo y Madrid fue en pleno invierno, con las carreteras nevadas. Iban con su buzo azul de trabajo, abrigados para combatir el frío y a la aventura, sin saber dónde comer ni dormir. «A 3 kilómetros de salir del pueblo, nos encontramos a la Guardia Civil que nos impidió el paso. Al final, fuimos campo a través hasta llegar a Briviesca», explican.
El trato con los mineros cambió, por completo, cuando abandonaron la provincia de Burgos. No hay que olvidar que los responsables de Crimidesa contaban con buenas relaciones con el poder local y nacional. A medida que la marcha se acercaba a Madrid, las muestras de solidaridad eran mayores. Incluso, en Aranda fueron recibidos por los Hermanos Espiritanos, que les dieron cama y comida caliente. En un pueblo de Segovia, un teniente de la Benemérita les paró el coche de apoyo y les ofreció asistencia médica por si había algún enfermo. La sensibilidad había cambiado.
En Madrid, se alojaron en los albergues de la Casa del Campo durante varios días, donde aprovecharon para visitar ministerios, el Congreso de los Diputados y La Moncloa, donde una representación de los trabajadores se reunió con el secretario personal del presidente Adolfo Suárez. Los mineros eran gente importante, además de un ejemplo de lucha.