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Foto de grupo |
22 de julio de 2017
Dentro de las muchas actividades que organiza el Ayuntamiento en este julio cultural, ayer participé en una ruta de lo más completita. La respuesta del personal fue muy escasa, fuimos solamente siete andarines, pero lo bueno que tiene el ir pocos es que se hace el recorrido a modo familia y todos en unión. Madrugamos un poco para aprovechar la fresca y salimos del Mesón a eso de las 8 y media un poco pasadas.
Pauli, organizadora del evento, había preparado un recorrido de unos once kilómetro. Un trayecto, cuanto menos, novedoso. Salimos del Mesón en dirección a Valdemoros, allí paramos para ver las tumbas antropomórficas de la antigua ermita de San Andrés, continuamos bordeando el poblado autrigón de Segisamunculum y seguimos el repecho paralelos a la valla de la Mina. Arriba nos detuvimos en la balsa y después seguimos la valla hasta el pecho de Las Esperillas. Bajamos hasta Pilabueyes, pasamos la carretera y subimos para atravesar un bosquecillo de pinos desde el que se veían unas vistas preciosas y disfrutamos de una variedad de olores y de colores de lo más agradable. Ya arriba en La Loma vimos un corzo que atravesó rápidamente unas piezas. Tomamos el camino de Rudera y llegamos al Albergue de San Isisdro. Vimos un corzo, dos hembras y tres crías al otro lado del Valle de Vallejonda. Seguimos hasta el Castillo y de allí bajamos al Platanar donde Pauli nos obsequió con un magnífico almuerzo. Una maravilla, y además una parte del recorrido no la había hecho nunca, así que todo perfecto y un diez para la organizadora.